Desde que fui elegido Hermano Mayor de esta
Cofradía, vengo publicando una carta, con motivo de la Semana Santa. En años
anteriores, di la visión de un costalero de nuestra cofradía y lo que la
gente ve desde fuera, del sentimiento que nuestra procesión atrae. En el
presente año, me gustaría transmitir mis sentimientos.
Nadie dijo que fuera fácil. Nadie dijo que
fuera pan comido. Acepté el cargo, junto con una serie de personas que me acompañan,
sabiendo que no sería un trabajo fácil, que habría que luchar, y a día de hoy,
nos enorgullecemos de lo que hemos podido conseguir.
Cuando comenzamos cuaresma, comienza el trabajo
duro, comienza el trabajo intensivo, que con la cercanía de ese día en que sale
a calle nuestro niño, que a la vez es nuestro padre hecho hombre, se
intensifican nuestros preparativos, nuestro trabajo, y los días previos son
días en los que los nervios se cogen al estómago y apenas te dejan dormir.
Cuando son escasos los
días; cuando falta poco falta para la
Semana Santa; cuando no falta nada para ver nuestras imágenes en la calle, todo
cambia en nuestro interior. Finalizan los ensayos, terminamos con nuestros
preparativos, los nervios aumentan por segundos. Por las calles de Belalcázar
se empiezan escuchar, cada vez con más fuerza, las marchas procesionales de la
Agrupación Musical San Roque. Vemos ensayar por las calles, en dirección hacia
la parroquia, los pasos de las cofradías; de las cuatro, ya que nuestros niños son
los que forman otra cofradía más, son los que ponen el broche de oro a nuestra
inigualable Semana Santa, sin saber cómo, se nos escapan aplausos y ánimos para
todos y todas los que van debajo, porque la Semana Santa no sería lo mismo sin
todas y cada una de las personas que van debajo de los pasos, sin esas personas
que llevan las imágenes de Cristo y María por las calles de Belalcázar, sin
todas y cada una de las personas que se ponen sus túnicas y capirotes para
ampliar las filas de la procesión, no sería lo mismo sin todas las personas que
trabajan en la sombra, sin las personas que preparan con ilusión nuestros pasos
y procesiones. En nuestro interior crece un sentimiento de alegría y pasión.
Llegada la Semana Grande, la Semana Santa, esa
semana en la que por las calles de Belalcázar se respira ese olor que
caracteriza esa semana en la que se ve el trabajo que, durante un año, se viene
realizando sin que nadie lo vea, pero con la ilusión de que todo salga bien. El
viernes de Dolores, todo cambia, nuestra madre recorre las calles, la
gente la acompaña, como lo hace también nuestro Padre Jesús a lomos de la
Borriquita el Domingo de Ramos. Se empiezan a ver decenas de nazarenos por las
calles de Belalcázar. Llegado el Lunes Santo, se intensifica todo, se alegran
nuestros vecinos de ver a esos “grandes” que por sus casas se acercan, se ven
niños nazarenos por las calles, casa por casa, pidiendo limosna para su padre,
para su Jesús Cautivo.
Los niños se emocionan porque no falta nada para
ver sus pasos en las calles, no falta nada para Su procesión.
El Martes Santo, decenas de niños van hacia los
frailes, muchos van solos ya que son ellos os protagonistas, ya que ellos, como
los mayores lo hacen otros días, protagonizan este día. Cuando se abren las puertas de la iglesia,
sin saber cómo, uno se emociona al ver los pasos que esperan con sus preciosas
flores, con sus velas encendidas, con ese olor a incienso en el templo
silencioso, en ese templo que dormido, se despierta poco a poco, con el ruido
de los cascabeles, que alegran nuestro pueblo, y caracterizan esta procesión,
donde el pequeño nazareno se hace grande, porque ha llegado SU DÍA.
El Martes Santo, saldrá a la calle “Como lo hacen
los mayores” el pequeño nazareno. Esos pequeños costaleros y costaleras que no
pueden contener las lágrimas, la sonrisa que le cubre toda la cara, porque van
a poder sacar a sus imágenes que tanto quieren, y llevarán a Cristo a cada
rincón de Belalcázar. Para mí, todo nuestro trabajo se ve recompensado al ver
las caritas de nuestros niños, ya que ellos son los que demuestran su
sentimiento sin decir nada.
Aunque cansado de oir ¡TODO ESTÁ LISTO! ¡VAMOS A LA CALLE!
¡VAMOS A HACERLO COMO SÓLO VOSOTROS SABÉIS! ¡DEMOSTRAD DE LO QUE SOIS CAPACES!
¡VÁMONOS MIS VALIENTES COSTALEROS! Se me ponen los pelos de punta cada vez lo oigo, ya que con
voz de niño, todo suena distinto.
Comienzan a salir a la calle los nazarenos tras el
estandarte que con emoción aguarda la gente. Tras su última parada, en la
puerta de la parroquia, una voz ya ronca dice: ¡Señores, todo ha terminado! ¡Lo
habéis logrado! ¡Ya estamos aquí! ¡Un último esfuerzo! ¡Vamos al cielo con él,
a ésta es¡ Un último golpe a esa campana nos dice que entramos en casa. Los
niños, alegres, contentos, en casa están. Tras ese último salto, una lágrima se
escapa, están cansados, pero quieren terminar.
Lloran los espectadores, así como la directiva, al ver esa pasión, ese
deseo, ese sufrimiento que es enorme, en una persona tan pequeña. No soy capaz
de concebir nuestra Semana Santa sin esta procesión, ya que desde aquel 21 de
enero del año 2011, cuando se funda esta cofradía, se necesita de esta
procesión para disfrutar del trabajo de cada una de las cofradías y cofrades.
Mi más sincera enhorabuena a todos los componentes
de la Cofradía Nuestro Padre Jesús Cautivo, y en especial a esa estupenda
directiva que la compone, que sin importar el tiempo, la dureza del trabajo,
las reocupaciones y molestias, preparan y cuidan hasta el último detalle.
Gracias a todas y cada una, porque sin vosotros esto no habría sido posible. No
tengo palabras para agradecer el trabajo realizado y las horas dadas para que
todo salga como Cristo merece. Enhorabuena a cada una de las personas de
componen y protagonizan cada una de las procesiones, desde el viernes de
Dolores, hasta el domingo de Resurrección, ya que sin ellos, no podríamos presumir
de nuestra inigualable Semana Santa. Enhorabuena a las bandas que nos acompañan
y engrandeces, gracias a los que nos ayudan. Todos y cada uno de vosotros sois
necesarios para nuestra Semana Santa. Permitidme terminar deseándoos una muy
feliz Semana Santa.
Juan José Vioque